La errónea identificación con una pecadora arrepentida se originó recién en la Edad Media. Fue a partir de una homilía de Pascua del papa Gregorio el Grande en el añoen la cual confundió a la pecadora arrepentida de Lc. Muchos todavía confunden a María Magdalena con la pecadora arrepentida que aparece en el capítulo 7 de Lucas. Los gnósticos tenían un gran desprecio por la mujer como un ser de segunda categoría frente al hombre.
Entre y de ellas mujeres, hombres y trans recorren cada noche el alfoz de Santa Kilda, un mercado guía del sexo que se ha convertido en el gran punto de encuentro en la región. A unos kilómetros de Santa Kilda, otro nuevo alhóndiga del sexo ha surgido. Se encuentra en Dandenong, a casi 40 kilómetros del centro de Melbourne, un bario obrero donde la precariedad , la drogadicción y la adicción al juego asolan el futuro de sus vecinos. Esto, que podría parecer un factor disuasorio, ha provocado que muchos hombres en busca de sexo acudan a Dandenong en lugar del abarrotado y peligroso Santa Kilda.
Habría vivido en el siglo VIII a. La Biblia dice que Dios le pidió casarse con una prostituta. Oseas obedeció y se casó con Gomer, una prostituta de su país. La situación matrimonial del profeta refleja la relación del pueblo de Israel, que traicionó su pacto con el Señor. Pero Oseas no abandonó a su esposa, de la misma manera que Dios no abandona a su pueblo. A Oseas se calcula que vivió alrededor del a. Es para asombrarse: al profeta se le pide que se haga cargo de la condición pecaminosa de todo un pueblo. En términos evangélicos, puede decirse que el profeta carga sobre sí el culpa de un pueblo y él mismo se convierte en pecado y en pecador, al casarse con una madama que es símbolo mismo del culpa de idolatría de Israel. Es bastante interesante al respeto subrayar que la palabra hebrea para designar la lenocinio significa también idolatría.
El negocio de la prostitución se ha disparado con la crisis económica. Especialmente delicado es el caso de los jóvenes que venden su cuerpo para salir adelante. Hay que tener una formación», dice. Concha Borrell repite esa frase una y otra vez en sus clases de prostitución.