Como es de esperar, se ha desarrollado una industria multimillonaria que ofrece ayuda para hacerle frente a la vida. Piensa qué te dicen estas soluciones. Un producto farmacéutico es una sustancia química. Después de mi crisis nerviosa a los veinticuatro años, rechacé ambos diagnósticos. En cambio, preferí acudir al Nuevo Testamento. Parte de ti empuja hacia una dirección, y la otra parte tira hacia otra dirección.
Ya me imaginaba yo preparando con la antelación que demanda llevar la anales de un alto ejecutivo, mis futuras faenas sexuales, en las que, antedicho de paso, nada quedaría al acaso. Sí, porque el planear un acción, cita o actividad con impecable escrupulosidad, supone tener cubiertos todos los frentes y no permitir que los imprevistos hagan de las suyas. Y adiós polvo, adiós romance, adiós gateada. La cosa es tan patética para muchas jóvenes parejas obligadas a sacrificar familiaridad por deber, que la estrategia de la Crawford surge entonces como una alternativa nada descabellada para salvaguardar y mantener la llama de la pasión. Por fortuna, el buen sexo todavía puede ser precario en detalles, salvaje, impredecible, oportunamente inoportuno y muy bullebulle. Pero, sobre todo, un asunto que en nuestras vidas debe ocupar un lugar tan importante, como la alusión mejor programada de nuestra agenda. En tierra, asombra con sus blancas arenas y relaja con su ritmo desacelerado. Nadie allí se apura, es como si el tiempo —al sumergirse en la isla— dejara de correr.
