Cuando alguno de los miembros de una pareja estable empieza a considerar la posibilidad de acabar con la relación surgen multitud de miedos que con frecuencia paralizan la decisión y eternizan el proceso. Miedo al dolor Por mucho que la sociedad tienda a criminalizar a aquél que toma la decisión de terminar con la relación, quien deja también sufre. El cariño y apego desarrollados a lo largo del tiempo que haya durado el noviazgo o el matrimonio no se borran de un plumazo y desprenderse de la persona con quien uno comparte su vida es doloroso. El sentimiento de culpa y la carga que supone el autorresponsabilizarse del sufrimiento ajeno son en muchos casos lo suficientemente fuertes como para desanimar a mucha gente que quiere tomar la decisión. Aunque alguno de los cónyuges o incluso ambos sea plenamente consciente de que no quiere estar con su pareja, la alternativa de quedarse solo es tan aterradora que no se atreven a dar el paso. Estabilidad y comodidad Es difícil renunciar a la seguridad que aporta una pareja estable.
Entre las principales razones por las que un perro tiene miedo encontramos las siguientes: Problemas en la socialización: si cuando el animal tenía los primeros meses de vida, cuando se da la socialización y aprende cómo abrirse con el entorno, hay situaciones negativas puede asociar la situación, los objetos, persona o animal con un resultado negativo y producirse la asociación de miedo a cierto estímulo. Traumas: pueden suceder en la socialización o afuera de esta. Se trata de experiencias negativas que crean traumas en el animal, como el maltrato o un accidente en el que debido a un objeto, persona o animal el can sufra daño o malestar, relacionando esto y resultando en que, cada vez que vea al causante, recuerde el daño y reaccione con alarma, inseguridad o incluso con agresividad. Genética: el miedo y la inseguridad a ciertos estímulos son rasgos que los canes pueden heredar, así como el ser desconfiado en general.