Sé que fuiste a la Escola Massana. Yo no tengo esta cosa del artista bohemio. Para vivir bien tienes que ganarte bien la vida. Con lo cual quiero decir que yo estuve compatibilizando la ilustración con otras actividades hasta que ya tenía una cartera de clientes importante como para poder dedicarme en exclusiva. Yo empecé en la Escola Massana porque yo sabía dibujar de toda la vida y tenía un vecino que iba a la Massana.
Actualizado a las h. Pero no es así. Esta empresa se anuncia en Internet con varios nombres y capta a sus clientes con la suculenta oferta de cobrar tan solo cinco euros por día, pero la existencia es que cuando recoge el auto del cliente en la terminal lo deja en cualquier parte. El afectado casi nunca se enteraba, porque se lo entregaban al aterrizar, pero la avalancha de viajeros que se ha producido esta Semana Santa, la primera sin restricciones por la pandemia, hizo que las cuando menos peculiares actividades de esta compañía quedasen a los ojos de todo el mundo y dejasen una pésima imagen de la ciudad. La situación no es noticia. Uno de ellos es el de un hombre que contrató los úrico de esta compañía tras ver el anuncio en Internet y se marchó de viaje creyendo que su turismo quedaba a resguardo y vigilado en las instalaciones con las que pensaba que contaba la firma. Otro albur peculiar es el de otro cliente que se marchó de viaje y al poco tiempo recibió una aldabonazo de unos amigos que le preguntaban que por dónde andaba y que si le apetecía tomar algo.
Te enseñamos cómo detectarlo en unos sencillos pasos. En una de mis favoritas, Ronin, hay una frase que viene «al pelo» para este artículo. Jean Reno le pregunta a Robert de Niro cómo sabía que les iban a tender una emboscada. Siempre que hay dinero, o bienes, de por medio, cabe la posibilidad de anatomía víctima de una estafa.
Por ello, en el artículo de actualidad voy a contarte la experiencia que vivió la CEO de un ecommerce como el tuyo. Hace pocos días recibí una llamada, era muy tarde y no suelo tener el teléfono activo a partir de las 20h. Esta es una de las reglas que me impuse hace años y que sigo a rajatabla. He de confesar que descolgué el teléfono porque esperaba otra llamada, la de mi hijo, pero la voz no época la de él, era la de una de mujer que no conocía y que empezó a hablar con voz acelerada.